"De dónde venimos no significa nada. Hacia
dónde vamos y lo que hacemos para llegar allí, es
lo que nos dice qué somos."
Joyce Carol Oates.
En cierta ocasión decía el jefe de una gran fábrica: "Ve usted a ese
contador que está allí?"
"Lo veo, ¿y qué?"
"Es un gran contador; pero si lo envio a la parte alta de la ciudad con
cualquier objeto, puede que desempeñe la misión correctamente; pero puede ser
también que en su viaje se detenga en cuatro cantinas y al llegar a la calle
principal de la ciudad haya olvidado absolutamente a qué iba". ¿Podría
confiársele a una persona semejante la carta para García?
Alrededor de 40,000,000 de ejemplares de "LA CARTA A GARCÍA" han sido
impresos, siendo esta la mayor circulación que una obra, en vida de su autor,
haya logrado en tiempo alguno de la historia, gracias a una serie de afortunados
incidentes.
"Hubo un hombre cuya actuación en la guerra de Independencia de Cuba brilla en mi memoria como el sol en su pleno esplendor.
Sucedió que en aquella guerra, cuando los Estados Unidos decidieron intervenir en favor de los rebeldes cubanos, se vió muy clara la necesidad de un entendimiento inmediato entre el Presidente Norteamericano y el Jefe de los Patriotas, el General Calixto García.
Pero ¿cómo hacerlo? Hallábase García en esos momentos Dios sabe dónde, en alguna tenebrosa montaña escondida en el interior de la isla. Y era absolutamente necesario ponerse en comunicación con él para organizar los planes de ataque y de defensa. Pero ¿Cómo hacer llegar a sus manos ese despacho? ¿Qué hacer?.
Alguien dijo al Presidente :
—Conozco a un hombre llamado Rowan. Si alguna persona en el mundo es capaz de dar con García es él.
Llaman a Rowan. Le piden que vaya en busca de García, esté donde esté, y que a costa de cualquier sacrificio, le haga llegar esa carta importantísima.
Rowan toma la carta. La guarda bien escondida en un bolsillo interior. A los cuatro días desembarca en las costas de Cuba que está en poder de los españoles. Desaparece en la selva tenebrosa, para aparecer de nuevo a las tres semanas al otro extremo de la isla. Cruzando un territorio sembrado de peligros y donde pululan los enemigos por doquier, y entrega la carta a García. Los dos frentes coordinan acciones y se gana la guerra."
El punto sobre el cual quiero llamar la atención es este: El jefe da a Rowan una carta para que la lleve a García. Rowan toma la carta y no pregunta: pero ¿pero dónde podré encontrar al tal García? ¿por donde me voy a ir?, ¿esto será fácil?, ¿no traerá peligros este oficio?, ¿y por que yo y no otro?. Nada de esto pregunta ni comenta. Se va, sin mas, a cumplir lo que se le ha encomendado.
Qué desánimo y desaliento sienten los hombres de empresa que necesitan la colaboración de gente entusiasta, y se quedan estupefactos ante la pereza, la falta de espíritu de sacrificio y de iniciativa, de energía y de perseverancia de sus colaboradores, para llevar a término la ejecución de las tareas que cada uno debe cumplir.
Pues no lo crea. Le lanzará una mirada vaga y le hará una o varias de las
siguientes preguntas:
- ¿Quién era él?
- ¿En qué Enciclopedia busco eso?
- ¿Está usted seguro de que esto está entre mis deberes?
- ¿No será la vida de Bismark la que usted necesita?
- ¿Por qué no ponemos a Carlos a que busque eso?
- ¿Necesita usted de ello con urgencia?
- ¿Quiere que le traiga el libro para que usted mismo busque allí lo que necesita?
- Diga: ¿para qué quiere saber eso?
Y apuesto diez contra uno a que
después de que usted haya respondido íntegramente el anterior cuestionario y
haya explicado el modo de verificar la información y para qué la necesita usted,
el prodigioso ayudante se retirará y buscará otro empleado para que le ayude a
buscar a "GARCÍA" y regresará luego a informarle que tal hombre no existió en el
mundo.
Puede suceder que yo pierda mi apuesta, pero si la ley de los promedios es
cierta, no la perderé. Y si usted es un hombre cuerdo no se tomará el trabajo de
explicarle a su ayudante que Corregio se busca en la C y no en la K; se sonreirá
usted y suavemente le dirá: "dejemos eso". Y buscará usted personalmente lo que
necesita averiguar.
Y esta incapacidad para la acción independiente, esta estupidez moral, esta
atrofia de la voluntad, esta mala gana para remover por sí mismo los obstáculos,
es lo que retarda el bienestar colectivo de la sociedad. Y si los hombres no
obran en su provecho personal, ¿qué harán cuando el beneficio de su esfuerzo sea
para todos?
Se palpa la necesidad de un capataz armado de garrote. El temor de ser
despedidos el sábado por la tarde es lo único que retiene a muchos trabajadores
en su puesto. Ponga un aviso solicitando un secretario, y de cada diez
aspirantes, nueve no saben ni ortografía ni puntuación.
¿Podrían tales gentes llevar la carta a García?
Mi corazón está con aquellos obreros que trabajan lo mismo cuando el capataz
está presente que cuando está ausente. Y el hombre que se hace cargo de una
carta para García y la lleva tranquilamente sin hacer preguntas idiotas, y sin
la intención perversa de arrojarla en la primera alcantarilla que se encuentra
al paso, y sin otro objetivo que llevarla a su destino; a este hombre jamás se
le despedirá de su trabajo, ni tendrá jamás que entrar en huelga para obtener un
aumento de salario. La civilización es una lucha prolongada en busca de tales
individuos. Todo lo que un hombre de esta clase pida, lo tendrá; lo necesitan en
todas partes; en las ciudades, en los pueblos, en las aldeas, en las oficinas;
en las fábricas; en los almacenes. El mundo los pide a gritos, el mundo está
esperando siempre ansioso el advenimiento de hombres capaces de llevar la carta
a García.
El mundo confiere su mejores premios tanto en honores como en dinero, a una
sola cosa: a la iniciativa.
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Dios los bendiga