"La ambición es como un torrente: no mira nunca hacia atrás."
Benjamin Jonson.
A diferencia de todas las monarquías que habían gobernado las naciones desde el
comienzo de los tiempos, lo que en Roma definía la influencia de un individuo en
los asuntos del Estado era más la cantidad de oro que poseía que su linaje.
Tal
influencia determinaba a su vez cuánto le llegaba bajo la forma de sobornos de
otros que también perseguían el poder y las riquezas. Por ejemplo, cuando Julio
César regresó de su servicio en España como cuestor (funcionario encargado de
los asuntos económicos de una provincia), había obtenido en ese territorio
bastante oro para distinguirle como líder, pero no lo suficiente pata llevarle
hasta donde aspiraba. Por ese motivo combinó sus intereses con los de otros dos
ambiciosos ciudadanos romanos, un hombre fabulosamente rico denominado Craso y
un jefe militar de nombre Pompeyo.
Craso
comenzó a acumular su fortuna organizando un servicio de bomba que sólo apagaba
un fuego si recibía la renumeración de antemano. Si el propio amo no pagaba y el
edificio quedaba destruido por el incendio, Craso adquirió las ruinas por una
fracción del valor del edificio destruido. De este modo consiguió gran numero de
propiedades que restauró y alquiló por cifras elevadas. Además, Craso prestaba
dinero a interés y consiguió ser dueño de minas de plata y, explotaciones
agrícolas y gran número de esclavos.
Instruyó
incluso a al para convertirlos en lectores, camareros y cocineros. Los grandes
beneficios proporcionaba a Craso toda esta riqueza le permitían sobornar a
funcionarios para adquirir a precios muy bajos propiedades confiscadas. Aunque
Pompeyo acabó decapitado, muy probablemente por orden César, Craso estaba
destinado a un final más horrible. Se hallaba dispuesto a demostrar que era algo
más que un acaparador de riquezas y que, como Pompeyo y César, podía llevar a la
victoria a sus soldados.
En
consecuencia, provocó en Mesopotamia una guerra contra los partos e inició su
campaña al de 44.000 hombres, en su mayoría infantes. En la batalla de
Carre (53 a.C. los partos atacaron a los romanos con 10.000 arqueros
montados y un cuerpo de 1.000 camellos árabes. Obtuvieron con rapidez el
triunfo.
Craso trató
de negociar una rendición, pero el ataque de los partos fue tan feroz que sólo
consiguieron escapar 10.000 de los 40.000 romanos iniciales. Los partos
reservaron a Craso un destino especial que expresaba su desdén ante la en romana
obsesionada por el dinero a la que él representaba: lo mataron derramando oro
fundido en su garganta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Te agradezco grandemente, tus comentarios, ellos ayudaran a mejorar el contenido de esta pagina, ademas de los capitulos de mi futura publicacion, de la cual comparto tambien algunos apartes.
Dios los bendiga