sábado, 11 de agosto de 2012

DEJA DE QUEJARTE

                Si tiene remedio, ¿por qué te quejas? Si no tiene
                remedio, ¿por qué te quejas?

                                              Proverbio Oriental.
No podemos negar que cierto tipo de personas viven insertas en una especie de cultura de la queja: hacen de ella su modo de vincularse. Sienten que no reciben lo que les corresponde, aun cuando todo les vaya medianamente bien, ya sea en lo social, en lo económico o lo afectivo, encuentran una razón para estar mal.
Pero, muchas veces, la queja esconde otro tipo de actitudes. El quejoso/osa se victimiza para, desde ese lugar dominar a los otros. Intentando generar culpa o desvalorización y conseguir, a través de esta conducta, lo que desea.
La queja, además de ser común entre los seres humanos, es un mal hábito que sólo muestra modos de actuar negativos que no conducen a nada. Nunca aporta, frente a un conflicto, una solución. Supone un gasto continuo de energía, que no ayuda a resolver los problemas ocasionando otros nuevos o, lo que es peor, fomentando la resignación y la impotencia.
Detrás de la queja, hay un goce de convertirse en juez riguroso de los demás. Suele tener la particularidad de ocultar reproche o acusación a alguien, transformándose en un arma de consecuencias importantes. Por otro lado, la persona quejosa intenta, aunque no lo logra, liberarse de sus pesares, que son más fantaseados que reales. El beneficio reside en recibir respuestas de compasión, ser centro de atención y/o evitar hacer lo que le corresponde.
Quejarse provoca rechazo. Resulta abrumador convivir con alguien que se coloca en el lugar del “pobrecito”, ya que hasta la alegría que ve en los otros le produce tristeza o envidia. Cerrando, así, un cotidiano círculo quejoso.
Vincent Van Gogh afirmó: “Sufrir sin quejarse es la única lección que debemos aprender en esta vida”; y Hugo Ojetti remata: “Quejarse es el pasatiempo de los incapaces”.
Caer está permitido, levantarse es obligatorio (Proverbio ruso).
Reza otra cita: “Caer para levantarse, no es caer”. La imagen de la vida debería ser la de un niño aprendiendo a caminar. Dando pequeños pasos, cayendo y levantándose constantemente, hasta que la magia del equilibrio le permite mantenerse en pie. Nadie puede negar que la vida es un continuo caer y levantarse.
En todos los individuos de la raza humana, existe, en mayor o menor grado, una cuota de resiliencia. Lea Teitelman y Diana Arazi, psicólogas y docentes especializadas, señalan que la resiliencia se apoya en tres pilares: 1) la capacidad de juego, es decir, tomarse las cosas con humor, desdramatizarlas para no deprimirse. 2) No perder, ante nada, el sentimiento de esperanza y 3) el autosostén, o sea, confiar en las propias posibilidades.
Un cibernauta anónimo escribió: ”A eso de caer y volver a levantarte. De fracasar y volver a comenzar. De seguir un camino y tener que torcerlo. De encontrar el dolor y tener que afrontarlo. A eso no lo llames adversidad. Llámalo sabiduría”.
Todos los días se aprende algo. De esta manera, se toma cada circunstancia adversa como un desafío que pone a prueba las potencialidades de cada uno. A menudo, en situaciones difíciles, se necesita de una mano amiga, de un “interlocutor válido” o de un cómplice significativo que ayude a esclarecer el panorama. Estos lazos, como escribe Antonie de Saint-Exupéry, así como constituyen la base de la amistad, también deben acompañar en el dolor, unirse en la angustia del sin sentido para dar esperanza.
Para poder desarrollar, cada uno, sus propias herramientas, a fin de enfrentar las vicisitudes de la vida, se debe tener en cuenta: lo que se tiene (me refiero a los afectos y apoyos sociales), lo que se es (ser consciente de las virtudes y defectos para potenciar lo bueno y modificar lo negativo) y, por último, lo que se puede ser (las posibilidades que aún no se han desarrollado para poder ser una persona plena).
Bienvenidas son las palabras de Almafuerte, poeta argentino, que, en su poema, Avanti expresa:
No te des por vencido, ni aun vencido,
no te sientas esclavo, ni aun esclavo;
trémulo de pavor, piénsate bravo,
y arremete feroz, ya mal herido.
Ten el tesón del clavo enmohecido
que ya viejo y ruin, vuelve a ser clavo;
no la cobarde estupidez del pavo.


Más vale tarde que nunca
Generalmente, las personas buscan algún pretexto para justificar ciertas conductas que les dificultan llegan a las metas propuestas. Entre disculpas y quejas, sufren una suerte de parálisis y pasan de ser actores a espectadores en el teatro de la vida. El “ya es tarde” es el leit motiv que rige sus vidas.
La pregunta primera es: en esto de ser feliz, ¿existe un tarde o un temprano o siempre está la posibilidad de construir para trascender? ¿Habrá pensado que es tarde Hortensia Santillán, oriunda de la provincia norteña de Tucumán, en la Argentina, que, a los 86 años, obtuvo el título de "Técnico en Comunicación Social" y a la que se le escuchó decir "El periodismo no es para improvisados", a sus jóvenes compañeros de entre 20 y 25 años, para explicar el motivo de su interés en la profesión?
Cualquier momento es bueno para cumplir con las expectativas personales, nunca es tarde para llevar a cabo un proyecto y dejar de lado los mandatos autosabotea-dores.
Si se desea un cambio, es preciso hacerse uno mismo responsable de esa transformación, buceando en la interioridad y sacando a luz lo mejor de cada uno. Es un comenzar a quererse sin incurrir en la egolatría. Un darse cuenta de que se puede encarar un nuevo proyecto laboral, retomar un estudio abandonado, practicar algún hobby deseado y postergado. Es, ni más ni menos, que recrear el futuro. Cualquier momento es bueno para saldar alguna asignatura pendiente. De ti mismo depende.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Te agradezco grandemente, tus comentarios, ellos ayudaran a mejorar el contenido de esta pagina, ademas de los capitulos de mi futura publicacion, de la cual comparto tambien algunos apartes.

Dios los bendiga