martes, 21 de agosto de 2012

NADA ES IMPOSIBLE

           "Cuando nuestros sueños se han cumplido es cuando
           comprendemos la riqueza de nuestra imaginación y la
           pobreza de la realidad."
 
                                      Ninon de Lenclos.
 

Antes de cumplir 15 años y de que hubiese salido alguna vez de Bucaramanga, Juan Pablo Hinestroza, ya intercambiaba cartas con personas de Alemania, Siria y Taiwán, y hablaba un inglés aceptable, por decir lo menos.
Pese a enormes limitaciones y a una pobreza que se había acomodado en su hogar -al lado de su hermano menor y de su mamá soltera-, Hinestroza soñaba con conocer el mundo, con viajar, con montarse en un avión.
Lo que hacía entonces era levantarse en la madrugada, encender un radio viejo y escuchar por horas emisoras de onda corta, como la alemana Deutsche Welle o Radio Nederland, de los Países Bajos.
"Así podía salir al mundo. Acuérdese de que no había Internet y que la única televisión era el canal A o el Uno", recuerda.
Precisamente eso, lo de montarse en un avión, es hoy una de sus grandes satisfacciones, tan importante como haber alcanzado un PhD en Difusión de Moléculas a través de Polímeros (un año y medio antes que sus compañeros) o ser el director del Laboratorio de Nanotecnología Textil de la prestigiosa Universidad de Cornell, en Nueva York.
Eso se percibe porque es por ahí, por sus viajes entre las nubes, por donde comienza a relatar su propia vida. "Hoy vuelo 125.000 millas por año. Hago lo que amo y puedo decir que soy un hombre feliz", es lo primero que cuenta, sentado en el lobby de un hotel en Bogotá, vestido con una pantaloneta y una camiseta en donde se puede leer grande 'Cornell University'.
En palabras prácticas, su felicidad se la da el Departamento de Seguridad Interior de Estados Unidos (DHS, por sus siglas en inglés), que gira cada año buena parte de los 1,3 millones de dólares que necesitan el colombiano y sus alumnos para investigar.
Su laboratorio en Cornell, una de las 15 mejores universidades del mundo, también recibe recursos de la Fundación Nacional de la Ciencia (National Science Foundation) y de los Institutos Nacionales de Salud (National Institutes of Health), entre otros.
El trabajo del profesor Hinestroza, de 41 años y graduado como ingeniero químico de la Universidad Industrial de Santander (UIS), consiste en algo que la prensa del mundo ha bautizado como la 'ropa inteligente' y que, dicho en palabras exageradamente sencillas -según él mismo-, es poder manipular las fibras a nivel molecular para conseguir que estas hagan lo que uno quiera. Eso es nanotecnología, a una escala 50.000 veces más pequeña que un pelo.
"Trabajar en lo pequeño hace que puedas hacer cambios muy grandes", dice de memoria antes de hablar de los alcances de sus investigaciones, que se han traducido en hechos simplemente sorprendentes.
Puede, por ejemplo, conseguir que el algodón -sin dejar de ser algodón- se convierta en un transmisor de electricidad, lo que permite cargar el celular sencillamente conectándolo a la chaqueta, o conseguir que una prenda cambie de color a voluntad, o que sea capaz de retener los virus en el ambiente y evitar que entren en contacto con la piel.
El mismo principio funciona para sus adelantos en el terreno militar, en donde consiguió crear uniformes camuflados que aíslan gases tóxicos o armas químicas.
Quizá lo más sorprendente es lo que podría definirse como el primer paso hacia la invisibilidad. "Podemos hacer parecer algo invisible frente a la lente de una cámara fotográfica, solamente sabiendo de la proporción en la que hay que mezclar las moléculas", explica.
El Pentágono -le dijo Hinestroza a la agencia Efe- también está interesado en encontrar mecanismos de protección contra agentes biológicos para evitar ataques terroristas. "Y en eso consiste mi trabajo", añade.
Desde que salió de la capital de Santander, primero a Cartagena, como practicante de la multinacional Dow, y después a Estados Unidos, como empleado en misión, siempre tuvo claro su norte.
Por eso fue capaz de renunciar para dedicarse a su doctorado. Y de renunciar después -ya como doctor- a jugosas ofertas de trabajo en compañías de la talla de Intel, por ejemplo.
"Lo que yo quería era ser doctor. Doctor y profesor. Y eso fue lo que hice", enfatiza. Lo de los textiles vino después, propiciado por cierta dosis de locura. "Me llamaban loco porque se me ocurrió mezclar mis conocimientos en nanotecnología con los textiles y los colorantes", relata.
Hoy, algunos de sus amigos en Colombia lo recuerdan como un estudiante poco fiestero y muy radical. El episodio en el que terminó la relación con su novia de la universidad, tras no dejarla copiarse, habla mucho de su extremo sentido de la ética y la rectitud, que le son muy aplaudidas, pero también de su enorme individualismo, que puede ser criticado.
"Pienso como los norteamericanos -afirma Hinestroza-, que ponen primero el desarrollo individual antes que cosas como la familia".
Así, y desde entonces, ha visitado 63 países dando charlas y hablando de nanotecnología, pero también de superación y esfuerzo. Si una compañía en un país en vías de desarrollo, como Colombia o Ecuador, requiere consultarlo, la tarifa es de 2.000 dólares el día. La cifra se dobla si la conferencia es en EE. UU. o en Europa.
Es un hombre cosmopolita. Perdió miles de dólares con la reciente crisis mundial de las bolsas, pero ha ganado invirtiendo pesos en Ecopetrol.
¿Pero cómo llegó a ser una figura de talla mundial, con amigos en muchos países y a quienes puede frecuentar?
Las respuestas pueden ser muchas y venir de muchas partes. Para empezar, sorprende que no se crea inteligente, sino más bien constante, persistente, y se define como un ser disciplinado y tremendamente rígido.
"Es lo que dijo Einstein. Más vale la sudoración que la inspiración", asegura. Y bastan algunas anécdotas para entender de qué se trata su tenacidad. No desfalleció cuando intentó entrar por primera vez a Estados Unidos y le negaron la visa, por ejemplo, o cuando por tres veces consecutivas varias universidades le cerraron las puertas por bajas calificaciones en los exámenes. Entonces tampoco claudicó y, más bien, volvió a coger los libros.
De lo que no habla es de su familia y solo se limita a decir que ese fue un obstáculo que tuvo que vencer. Su madre, por ejemplo, siempre le inculcó ser electricista y un tío le dijo alguna vez que "en vez de andar perdiendo el tiempo en universidades debería conseguirse un trabajo de verdad".
Y sobre su padre, agradece que nunca hubiese hecho parte de su vida. "Sería otra persona. No estaría donde estoy", concluye. Y es que su desprendimiento, o más bien, su afán por conseguir lo que quería, hizo que una de sus ausencias del territorio patrio durara un poco más de 14 años.
Hinestroza trabaja en algo así como una nueva piel para los humanos. "Ropa que no tengas que ponerte, sino que sea parte integral de tu cuerpo", explica. Y añade algo aún más inverosímil. "Que tengas todos los electrónicos juntos, integrados en la ropa. Es decir, qué tal si tu grabadora, tu celular, tu computadora... todo funciona integrado en circuitos pequeños. Con solo apretar una manga podrías leer este artículo".
Entonces vuelve a lo del avión. "Nada es imposible. Me gusta creer en lo que parece ficción. ¿O quién hubiese creído que yo iba a volar por todo el mundo como director de investigación de una de las mejores universidades del mundo?".

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Dios los bendiga