miércoles, 22 de agosto de 2012

CONTRUYENDO UN MEJOR MUNDO

             "Todo el que disfruta cree que lo que importa del
             árbol es el fruto, cuando en realidad es la semilla. He
             aquí la diferencia entre los que creen y los que
             disfrutan."


                                            Nietzsche.
 
 

Virtudes era una docente que trabajaba en una escuela que se encontraba al pie de un cerro.

Era la única docente del lugar y se encargaba de tocar la campana, de hacer la limpieza, de trabajar la quinta.

Era robusta, morena y tenía a su cargo 56 niños. Dice Joaquín Durán que estaba llena de inventos, de cuentos y de expediciones. Los chicos no se perdían ni un solo día de clase: además de jugar con ellos al fútbol, les escuchaba sus historias.

Un día, uno de los niños, Apolinaro Sosa, llegó a su casa con una notita de la maestra que aseguraba a los padres que su hijo era el mejor alumno de la clase. Al día siguiente otro niño llevó a su casa algo parecido y así otro niño, y otro más, hasta que los 56 niños llevaron a su casa el mismo mensaje de la maestra que aseguraba a los padres que su hijo era el mejor alumno.

Y no hubiera pasado nada si al recibir la noticia, el boticario hubiera reaccionado como los otros padres. Contrariamente a los demás, éste decidió hacer una gran fiesta y procedió a escribir una carta a la Señorita Virtudes en la que la invitaba, y también a los otros niños y a sus familias para el sábado siguiente.

Ese día cada niño avisó a su casa y, como ocurre siempre entre la gente sencilla, nadie faltó a la fiesta y todos estuvieron dispuestos a divertirse.

En medio de la reunión, el boticario pidió silencio para anunciar la razón del festejo: los había reunido para comunicarles que su hijo había sido nombrado el mejor alumno por la maestra. Y los invitó a todos a brindar por su hijo que había honrado a su padre, al apellido y al país.



Nadie levantó el vaso. Contrariamente a lo esperado, nadie aplaudió. Los padres empezaron a mirarse unos con otros bastante serios. El primero en contestar fue el padre de Sosa pues dijo que no brindaba nada porque el único mejor era su hijo. Y allí nomás el padre de una nena ya casi se le acercaba a pegarle a Sosa, diciéndole que la única mejor era su hija.

Comenzaron los gritos, los insultos, las peleas, y lo peor era que la acusaban a la maestra.

Un padre dijo: aquí la responsable de todo es la señorita Virtudes Choique. Nos ha mentido, nos ha dicho a todos los padres lo mismo: que nuestro hijo es el mejor alumno.

Y Virtudes, que hasta ese momento había permanecido callada, tomó la palabra y dijo: yo no les he mentido y voy a darles ejemplos de que lo que digo es verdad.

Cuando digo que Apolinaro Sosa es el mejor alumno no miento, porque si bien es desprolijo, es el más dispuesto a ayudar en lo que sea.

Tampoco miento cuando digo que aquél es el mejor en matemáticas, pero no es para nada servicial.

Y aquella que es una peleadora de primera, es la mejor escribiendo poesías.

Y aquel, que es poco hábil para Educación Física, es el mejor alumno en Dibujo.

¿Debo seguir explicando? ¿Acaso no entienden? Soy la maestra de todos y debo consturir el mundo con estos chicos. Pues entonces, ¿con qué levantaré la patria, con lo mejor, o con lo peor?

Poco a poco cada padre fue buscando a su hijo. Los mayores estaban muy serios, en cambio los chicos estaban todos contentos. Poco a poco cada cual fue mirando a su hijo con ojos nuevos, porque hasta ahora habían visto principalmente el defecto. Los padres fueron comprendiendo que cada defecto tiene una virtud que le hace contrapeso y que es necesario destacar, subrayar y valorar.

El boticario, que era el organizador de la fiesta, rompió el silencio y dijo: bueno, el asado ya está listo y a éste festejo lo tenemos que multiplicar por 56.

Cada defecto tiene una virtud que le hace contrapeso y que es necesario destacar, subrayar y valorar.

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Dios los bendiga