lunes, 13 de agosto de 2012

EL IDEAL DE MUJER

                "En todo momento de mi vida hay una mujer que
                me lleva de la mano en las tinieblas de una
                realidad que las mujeres conocen mejor que los
                hombres y en las cuales se orientan mejor con
                menos luces."
 
                                        Gabriel García Márquez.
 

La Biblia nos presenta el ideal de la mujer: lo que Dios quiere que sea; pero el mismo pueblo que recibió la revelación no la asimiló. La Biblia invita a la mujer a tomar conciencia de la dignidad que se deriva y el respeto que merece por el hecho de haber sido creada a imagen y semejanza de Dios; si debe exigir el trato de «persona» y no de posesión, también debe cumplir los deberes que le exigen ser ayuda y compañera del varón en la continuación de la obra creadora encomendada por Dios a la humanidad, sin distinción de sexos y razas.

La Biblia ofrece imágenes, símbolos, historias y pasajes que inspiran y motivan su influencia. Desafortunadamente hay muchas imágenes de mujeres en la Biblia que resaltan modelos de mujeres que se destacan por su sumisión y subordinación más que como su independencia y energía. Sin embargo, hay otras figuras de mujeres que no corresponde a ese prototipo, y en estas mujeres Dios se ha manifestado permitiendo que aparezcan con un papel predominante en la historia de salvación.
Es necesario tener presenta que los autores bíblicos están condicionados intrínsecamente por la historia y reflejan la cultura de su propio lugar y época, lo que hace que se deba admirar en ese contexto, los relatos sobre Sara, Rebeca, Raquel y Lía, Miriam la hermana de Moisés y Débora, Jael y Judit, Abigail, Vasti, Noemí y Rut, Safira y Puah, la mujer sabia de Tecoa y las líderes de la primera comunidad cristiana.

El relato de la creación (Gn 1,1-2,4a) presenta un Dios omnipotente cuya palabra es creadora, y en una forma esquemática va narrando la aparición de todas las cosas. Pero, de repente, se interrumpe este esquema y aparece Dios dialogando consigo mismo antes de presentar la obra cumbre de la creación. Dios se compromete deliberadamente en la obra que va a hacer.
Díjo entonces Dios: «Hagamos al hombre a nuestra imagen y a nuestra semejanza, para que domine sobre los peces del mar, sobre las aves del, cielo, sobre los ganados y sobre todas las bestias de la tierra y sobre cuantos animales se mueven sobre ella. Y creó Dios al hombre a imagen suya, a imagen de Dios lo creó y los creó macho y hembra; y los bendijo diciéndoles: «Procread y multiplicaos y llenad la tierra»» (Gn 1, 26-28a).

El creador recurre al sueño de Adam para que de una costilla extraída del varón, crea la mujer. Al contemplarla el hombre demuestra cómo le ha sido dado lo que necesitaba; por primera vez el texto cita el lenguaje del hombre, expresando su alegría: «Esto sí que es carne de mi carne y hueso de mis huesos." Genesis 2:23.

Una mirada sobre algunas de las mujeres en los comienzos de la historia de salvación nos sirve para recordar la importancia de las mujeres del mundo bíblico antiguo, a pesar del contexto cultural en que se desarrolla, una sociedad que menosprecia la mujer.

La llamada inicial a Abraham (Gn 12:1-3) no es hecha a un individuo solamente, sino también a un hombre casado (Gn 11:29). Así, Sara es depositaria integral de la promesa del Señor de bendecir a Abraham, su descendencia y su tierra. A pesar de la cobardía de Abraham al ofrecer a Sara al Faraón de Egipto (Génesis 12:10-20) y a Abimelek de Gerar (Gn 20:1-7), el Señor la protege. Y es Sara quien duda de Dios y se ríe de la perspectiva de un hijo a su avanzada edad (Gn 18:9-15).

El intento de dar la vuelta al plan de Dios, a través de la fecundidad de Hagar con Ismael, es tanto una falta de Abraham como de Sara, y es rechazada por Dios.
Aunque Dios muestra compasión por Hagar e Ismael, permitiéndoles participar parcialmente en las promesas hechas a Abraham (Gn 16,7-14; 21,13-21), no habrá heredero sin la intervención directa de Dios y su reconocimiento. Con la intervención divina (Gn 21:1-2), Sara concibe y da a luz a Isaac.

Las mujeres juegan un papel vital en la elección, también juegan un papel vital en la redención.
La mayoría de narraciones presentan mujeres como tipos, más que personas reales o individuos históricos. Cuando una mujer -o el nombre de una mujer- logra un lugar destacado entre las mujeres de su época, el rol jugado llevó a convertirlas en heroínas por su fama entre los hombres: las mujeres cuando cumplen un papel especial como madres o nodrizas de hombres famosos (la madre y la hermana de Moisés, la hija del Farón (Éx 2,2-10)); mujeres que actúan para conseguir destruir a hombres (Dalila, Jael, y Jezabel (Jue), mujeres que confiesan el poder del designio divino (Rahab Jue, 8,13; Abigaíl: 1Sam 25,28-29)); y, sobre todo, mujeres que son protagonistas de un drama excepcional que solo actúan en una novela en donde son figuras centrales, y desaparecen (Rut, Ester y Judit)).
Las diversas imágenes que aparecen en los textos que se refieren a las mujeres en el Antiguo Testamento, no permiten encontrar un prototipo sobre la mujer en el AT, pero se descubre una coherencia en la literatura bíblica en la que se manifiesta la naturaleza del hombre y la mujer como imagen de Dios.

Los hombres y las mujeres son instrumentos en la elección de Dios desde los inicios. La historia del acto creativo de Dios es tanto una historia sobre Eva como sobre Adán. La preparación del pueblo elegido por Dios es tanto una historia sobre Sara, Rebeca y Raquel como sobre Abraham, Isaac y Jacob, en concierto con los hombres y las mujeres de su elección, para que Israel pueda convertirse en «un reino de sacerdotes, una nación santa» (Éx 19:6; ver Isaías 61:6).
La mujer recibió con el hombre la misión de dominar la tierra y poblarla. De allí que la maternidad era una dignidad y los hijos una bendición de Dios. La orden de colaborar en el dominio de la tierra fue dejada de lado en una sociedad dominada por el hombre. Antes bien, la tendencia del Antiguo Testamento fue la de menosprecio de la mujer, aunque la literatura sapiencial llegó a ensalzarla (Prov 31,10ss).
La Biblia nos presenta el ideal de la mujer: lo que Dios quiere que sea; pero el mismo pueblo que recibió la revelación no la asimiló. La Biblia invita a la mujer a tomar conciencia de la dignidad que se deriva y el respeto que merece por el hecho de haber sido creada a imagen y semejanza de Dios; si debe exigir el trato de «persona» y no de posesión, también debe cumplir los deberes que le exigen ser ayuda y compañera del varón en la continuación de la obra creadora encomendada por Dios a la humanidad, sin distinción de sexos y razas.

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Dios los bendiga