lunes, 23 de julio de 2012

EL EGOISMO PURO

                                     "Un egoísta es aquel que se empeña
                                     en hablarte de sí mismo cuando tú te
                                     estas muriendo de ganas de hablarle
                                     de ti."
 
                                                         Jean Cocteau
 

El egoísmo se basa en una preocupación excesiva de las propias necesidades y deseos sin tener en cuenta a los demás.
 
El egoísmo podría definirse como una relación de exclusividad con uno mismo, ignorando a los demás o bien utilizándolos como un medio para satisfacer las propias necesidades y deseos. Ignorando el principio de reciprocidad, con una actitud depredadora y anclado en el razonamiento subjetivo mucho más que en el objetivo, el egoísta persigue sus metas personales menospreciando la comunidad de la que forma parte.

El egoísta parte del principio de que sus opiniones e intereses son más importantes que los del resto de los mortales. No se siente culpable por ello, sino que considera que eso es lo que debe hacerse y, en definitiva, lo que todos deberían hacer.

No debe confundirse el egoísmo con el amor propio o con una elevada autoestima, pues está última pretende convivir con el entorno, mientras que el egoísmo sólo busca servirse del entorno.

El egoísta protagoniza un culto al propio ego, llegando a un narcisismo patológico, idealizándolo y pasando todos los acontecimientos vividos por un tamiz, cuya falta de objetividad y de empatía, hace que los hechos sean necesariamente interpretados según los efectos positivos o negativos que hayan tenido sobre el propio ego. No existen consideraciones intermedias; el “yo” está siempre en el centro de sus intereses y por encima del resto de personas que configuran su entorno, incluso el más próximo, aunque ello no significa que tras esa fachada se esconda un sentimiento de inferioridad.

En cierta manera, ser egoísta equivale a la renuncia de una de las partes más importantes de la condición humana, ya que no tiene cabida el amor, la compasión, el altruismo ni otros muchos sentimientos que conforman la naturaleza humana.


El egoísta no lo es ocasionalmente, y aunque si bien es cierto que todos, en un momento dado, pueden haber vivido un episodio egoísta, para quien el ego lo es todo, nada es ocasional. El egoísmo es un modo de vida, una manera de ser; sentirse el centro de todo cuando acontece; de ahí el término egocéntrico. Todo su comportamiento, aunque a veces no sea notorio ni perceptible, está encaminado a lograr objetivos manifiestamente egoístas. La sabia combinación entre el “yo” autónomo y el “yo” percibido –por los demás– que busca el equilibrio a través de una actitud asertiva, en el egoísta sencillamente no existe.

Una persona egoísta puede ser percibida por los demás como un luchador. Este tipo de persona es percibido como alguien enérgico, incluso ostentando el liderazgo en algunas facetas, y por tanto generando cierto grado de admiración y respeto. Pero detrás de esta máscara está la persona egoísta con recursos que se vale de ciertas estrategias para lograr objetivos estrictamente personales. Si bien es cierto que esta puede ser una de sus características, conviene advertir que lo que en verdad lo distingue de otros luchadores, es que su lucha no es “a favor de”, sino “en contra de”, obedeciendo siempre su actuación a seguir alimentando un ego que nunca tiene suficiente. En el fondo se podría afirmar que un egoísta es adicto a sí mismo.
El egoísta pasivo persigue los mismos objetivos que el egoísta luchador, solo que no posee los recursos del segundo.

El egoísta pasivo suele ser una especie de “vampiro emocional”, dando la imagen de ser desvalido que requiere la atención y los cuidados de todos los que le rodean, por lo general la familia y la pareja, tal y como sucede en algunos casos de dependencia emocional.

Su debilidad y su sentimiento de inferioridad pueden tener el origen en la infancia. Falta de atención, abusos sexuales, negación narcisista y otras carencias en el aprendizaje pueden llevar al individuo a desarrollar métodos paralelos con el fin de lograr objetivos que de otro modo no son capaces.

El egoismo es el inmoderado y excesivo amor de sí mismo; carácter del que subordina el interés ajeno al suyo propio y juzga todas las cosas desde este punto de vista.

No es necesario llevar a cabo un estudio bíblico ni siquiera desde un punto de vista simplemente informativo para saber que este sentimiento se halla totalmente enfrentado con la esencia misma de Dios, que Es Amor. Y en especial para nosotros, Sus hijos, amor en primer lugar hacia nuestro Padre Celestial e inmediatamente después hacia nuestro prójimo. "Nada hagáis por contienda ó por vanagloria; antes bien en humildad, estimándoos inferiores los unos á los otros" Filipenses 2:3.

"Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, disolución, Idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, ambiciones egoístas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, banqueteos, y cosas semejantes á éstas: de las cuales os denuncio, como ya os he anunciado, que los que hacen tales cosas no heredarán el reino de Dios." Gálatas 5:19-21.

El egoísmo es autodestructivo. Está en la Biblia, Marcos 8:36-37, "Porque ¿qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?

El egoísmo está en el centro de la mayoría de los problemas entre la gente. Está en la Biblia, Santiago 4:3, "Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites".

Hay remedio para el egoísmo. Está en la Biblia, Gálatas 2:20, "Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí".

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Dios los bendiga