Cuenta John
Maxwell en su libro “Mapa para alcanzar el éxito” que por
décadas, corredores entusiastas declararon enfáticamente que nadie podría
romper la milla de cuatro minutos. Por décadas, esta predicción parecía cierta.
Roger Bannister no escuchó tales suposiciones limitantes. Resultado: Rompió la
«imposible» milla de cuatro minutos. Hoy en día, por lo menos 336 hombres han
roto esa marca. No se dejaron limitar por las expectaciones de otros.
Recuerde: Otros pueden detenerlo temporalmente, pero usted es el único
que puede hacerlo permanentemente.
Reseña
de un imposible
Los
profesionales:
El primer
registro no oficial para la carrera de la milla tuvo lugar en Londres. El
registro, 4.28 minutos, a
cargo del corredor profesional Charles
Westhall. 1.852
Los
primeros atletas profesionales en correr por debajo de los 4.20 minutos, fueron
William Lang y William Richards los cuales
hicieron un “empate”, 4.17 minutos. 1865
La lista
de los profesionales se cerró con el corredor Walter G. George. En la ciudad de Londres. Este atleta corrió la
milla en 4.12 minutos. 1886
Los aficionados o amateurs:
La lista
inicia con el millero Cadet Marshall, corrió la distancia en 4.52 minutos,
derrotando a 30 corredores con una ventaja de 30 Yardas, 1.852
El primer
corredor aficionado que superó la barrera de los 4.30 minutos fue Walter Chinerry. Corrió la milla en 4.28 minutos, 1868
El
primero en superar el registro de los 4.20 minutos, fue el ya nombrado Walter George, quien siendo todavía
atleta amateur, corrió la milla en 4.19
minutos. Londres 1882
El último
atleta que corrió no oficialmente la milla mientras todavía no se había fundado
la IAAF fue el norteamericano John Paul
Jones, quien hizo 4.15 minutos, 1911
Era de la I.A.A.F:
Fue
precisamente John Paul Jones
quien estableció el primer récord mundial de la milla en carácter oficial con
un registro de 4.14 minutos, 1.913 en Massachusetts.
Este
registro fue superado por otro norteamericano, Norman Taber nuevamente en Massachusetts. Su registro fue de 4.12 minutos en 1915, dos años después.
El récord
del mundo pasó a Europa. Efectivamente, fue nada menos que el “finlandés
volador” Paavo Nurmi, quien en
la ciudad de Estocolmo registró 4.10
minutos en 1.923
El primer
atleta en superar la barrera de los 4.10 minutos fue el Frances Jules Ladoumegue. En Paris, su
registro 4.09 minutos, 1931
La marca pasaría dos años después al atleta
Neozelandes Jack Lovelock, quien registro en una competencia en Princenton 4.07
minutos en 1.933
Un año
más tarde, en 1934, la marca es superada por un corredor norteamericano, Glenn Cunningham, quien en la misma
ciudad de Princeton descontó la milla en 4.06.8 minutos.
Este registro duró tres años puesto que el medio
fondista inglés, Sydney Wooderson,
en 1937, mejoró el récord solo en dos milésimas con un registro de 4.06.4 minutos.
Después de este registro, el record de la milla
permaneció como “dormido” durante unos cinco años. En efecto, a partir de 1.942
hasta 1.945 los corredores Gunder Hägg
y Arne Andersson superaron sus
registros nada menos que seis veces. 1.942 4.06.2; en el mismo años logran
4.04; en 1.943 4.02; en 1.944 4.01.6; en 1.945 4.01.4
En vista
de los registros de Hägg y Andersson, hubo mucha expectativa en cuanto a quién
superaría la mágica barrera de los cuatro minutos en el recorrido de los
1609.36 metros. De ello se encargó un joven estudiante de medicina de la
Universidad de Oxford, Roger Bannister. Él fue el que se encargó de
desmentir lo que muchos daban por sentado que esta barrera era insuperable. Sin
embargo el 06.05 de 1954, con un excelente desarrollo táctico descontó la milla
en 3.59.4
Lo
interesante fue el anuncio del resultado de esta carrera. El público presente
estuvo conteniendo el aliento en espera del tiempo realizado por Bannister.
Hasta que finalmente se hizo el anuncio mediante el señor Norris McWirter:
"... estimados señoras y señores: he aquí el resultado del 9no. evento, la
milla: primero, el número 41, Roger Bannister de la Amateur Athletic
Association, antiguamente colegio Exeter y Merton, con un tiempo que se
constituye como nuevo récord de pista, y estando sujeto a confirmación se
constituye también nuevo Récord Británico, Europeo, del Imperio Británico y
Récord Mundial: el tiempo es de tres minutos......"
El resto
no pudo ser escuchado por nadie dada la explosión de algarabía del público presente;
ya no interesaba que había después del "tres minutos" dado que
cualquier tiempo "venía bien". Era suficiente el no escuchar
"cuatro minutos...." puesto que ello hubiera producido un
verdadero desencanto, por más que se hubiera batido el récord de Hägg por
encima de los 4 minutos.
La hazaña de Bannister pasó a ser conocida como la "milla
milagro", ya que algunos dudaban de que fuera posible cubrir esa distancia
en menos de 4 minutos. Sin embargo esto formaba parte del mito que rodeaba a
esta prueba, propagado por los periodistas y comentaristas deportivos, y se
debía más a ser un "número redondo" que a un análisis técnico
detallado. De hecho la nueva marca solo mejoraba en 2 segundos el récord
mundial anterior que estaba en poder del sueco Gunder Hägg desde hacía nueve años.
Durante
más de cinco décadas de competencia olímpica, ningún atleta había podido
acercarse a la marca impuesta en 1903 para la carrera de la milla. Harry
Andrews, entrenador olímpico del equipo británico había profetizado: "el
récord de la milla de 4 minutos, 12.75 segundos, nunca será superado".
Existían
aún menos posibilidades de correr algún día dicha carrera en menos de cuatro
minutos. De acuerdo a muchos, esa era una hazaña imposible de realizar.
Los
atletas escuchaban de los "expertos" una multitud de razones que
respaldaban la
afirmación
hecha por Andrews. Inclusive la comunidad médica advertía a los atletas sobre
los peligros asociados con intentar la absurda proeza de correr una milla en
menos de cuatro minutos.
Como
resultado de esta creencia, en los siguientes cincuenta años los mejores
atletas del mundo llegaron muy cerca de este récord, pero ninguno logró
superarlo. ¿Por qué? Porque los médicos habían dicho que era imposible. Los
científicos opinaban lo mismo y afirmaban que el cuerpo no soportaría tal
esfuerzo y que el corazón literalmente podría explotar.
Todo
cambió el día en que el joven corredor británico Roger Bannister hizo un
anuncio
público:
Él correría la milla en menos de cuatro minutos. En realidad, la decisión de
lograr tal hazaña era algo que le venía dando vueltas en su cabeza desde dos
años atrás. En 1951, Roger había capturado el título británico en la carrera de
la milla y sintió que estaba preparado para la competencia olímpica.
Infortunadamente, cambios de último minuto en el horario de las competencias de
los Juegos Olímpicos de 1952 lo forzaron a competir sin suficiente descanso
entre sus dos eventos y terminó en cuarto lugar. Como era de esperarse, el
joven atleta debió soportar todas las críticas de la prensa deportiva británica
quien culpó su estilo de entrenamiento poco ortodoxo por su pobre actuación.
Al
escuchar esto, el joven atleta resolvió reivindicar su nombre anunciando
públicamente
Que
rompería la aparentemente imposible barrera de los cuatro minutos. Todo el
mundo pensó que había perdido la razón, desde la prensa deportiva hasta la
comunidad médica.
Su
oportunidad llegó el seis de mayo de 1954, después de varias caídas y
decepciones. En la Universidad de Oxford, Roger logró lo imposible; corrió la
milla en menos de cuatro minutos y sobrevivió. El mito se había roto.
Cuando
esta noticia le dio la vuelta al mundo algo sorprendente sucedió. En menos de
un año, 37 atletas ya habían superado esta misma marca. El siguiente año, más
de 300 atletas registraron marcas por debajo de los cuatro minutos. Hoy,
inclusive estudiantes de escuela secundaria rompen con facilidad la marca de
los cuatro minutos para la carrera de la milla.
Cuando le
preguntaron a Bannister cómo era posible que tantas personas hubiesen aprendido
a correr tan rápido en tan poco tiempo, él respondió: "Nada de esto
ocurrió porque de repente el ser humano se hubiese convertido en un ser más
rápido, sino porque entendió que no se trataba de una imposibilidad física sino
de una barrera mental". Lo único que hicieron estos atletas fue desalojar
de su mente las creencias limitantes que los habían detenido para utilizar su
verdadero potencial durante más de cinco décadas.
Quiero recordarte que muchas competencias se han perdido sin haberse
iniciado, por que el protagonista está convencido que ese record vigente es
imposible de superarse. Gracias a Dios hay “sordos” como Bannister, que no
escucharon estas palabras.
Según Napoleón I “Lo imposible es el fantasma de los tímidos y el
refugio de los cobardes”.
Aunque no escribas libros, eres el escritor de tu
vida.
Aunque no seas Miguel Ángel, puedes hacer de tu vida
una obra maestra.
Aunque no entiendas de cine, ni de cámaras, tu existencia puede transformarse en un film primoroso con Dios de productor.
Aunque cantes desafinado, tu existencia puede ser una linda canción, que cualquier afamado compositor envidiaría.
Aunque no entiendas de música, tu vida puede ser una magnífica sinfonía que los clásicos respetarían.
Aunque no hayas estudiado en una escuela de comunicaciones tu vida puede transformarse en un reportaje modelo.
Aunque no tengas gran cultura puedes cultivar la sabiduría de la caridad.
Aunque tu trabajo sea humilde, puedes convertir tu día en oración.
Aunque tengas cuarenta, cincuenta, sesenta o setenta años, puedes ser joven de espíritu.
Aunque las arrugas ya marquen tu rostro, vale más tu belleza interior.
Aunque tus pies sangren en los tropiezos y piedras del camino, tu rostro puede sonreír.
Aunque tus manos conserven las cicatrices de los problemas y de las incomprensiones, tus labios pueden agradecer.
Aunque las lágrimas amargas recorran tu rostro, tienes un corazón para amar.
Aunque no lo comprendas, en el cielo tienes reservado un lugar.
Aunque no entiendas de cine, ni de cámaras, tu existencia puede transformarse en un film primoroso con Dios de productor.
Aunque cantes desafinado, tu existencia puede ser una linda canción, que cualquier afamado compositor envidiaría.
Aunque no entiendas de música, tu vida puede ser una magnífica sinfonía que los clásicos respetarían.
Aunque no hayas estudiado en una escuela de comunicaciones tu vida puede transformarse en un reportaje modelo.
Aunque no tengas gran cultura puedes cultivar la sabiduría de la caridad.
Aunque tu trabajo sea humilde, puedes convertir tu día en oración.
Aunque tengas cuarenta, cincuenta, sesenta o setenta años, puedes ser joven de espíritu.
Aunque las arrugas ya marquen tu rostro, vale más tu belleza interior.
Aunque tus pies sangren en los tropiezos y piedras del camino, tu rostro puede sonreír.
Aunque tus manos conserven las cicatrices de los problemas y de las incomprensiones, tus labios pueden agradecer.
Aunque las lágrimas amargas recorran tu rostro, tienes un corazón para amar.
Aunque no lo comprendas, en el cielo tienes reservado un lugar.
Todo, todo... depende de tu confianza en Dios y de tu empeño en ser digno hijo suyo.
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