Para
Reflexionar
La fortaleza de un hombre no
está en el ancho de sus hombros. Está en el tamaño de sus brazos cuando abrazan.
La fortaleza de un hombre no
está en lo profundo del tono de su voz. Está en la gentileza con que usa en sus palabras.
La fortaleza de un hombre no
está en la cantidad de amigos que tenga. Está en lo buen amigo que se vuelve de sus hijos.
La fortaleza de un hombre no
está en como lo respetan en su trabajo. Está en como es respetado en su casa.
La fortaleza de un hombre no
está en lo duro que puede golpear. Está en lo cuidadoso de sus caricias.
La
fortaleza de un hombre no está en su cabello o su pecho. Está en su corazón.
La fortaleza de un hombre no
está en las mujeres que ha amado. Está en poder ser verdaderamente de una mujer.
La fortaleza de un hombre no
está en el peso que pueda levantar. Está en las cargas que puede llevar a cuestas.
Esta grandiosa reflexion me da la entrada para hablar del balance perfecto del ser humano, otorgado por nuestro gran creador, Dios.
Por lo general, todo en la vida tiene una contra parte; amargo-dulce; triste-feliz; bueno-malo...etc. Por lo tanto la fragilidad humana encuentra su contra parte en la fortaleza humana.
Ser vulnerable implica fragilidad, una situación de amenaza o posibilidad de
sufrir daño. Por tanto implica ser susceptible de recibir o padecer algo malo o
doloroso, como una enfermedad, y también tener la posibilidad de ser herido
física o emocionalmente. La vulnerabilidad también puede entenderse como poder
ser persuadido o tentado, poder ser receptor, ser traspasable, no ser
invencible, no tener absoluto control de la situación, no estar en una posición
de poder, o al menos tener la posibilidad de que dicho poder se vea debilitado.
Es vulnerable, según el Diccionario de la Real Academia, quien puede ser herido
o recibir lesión, física o moralmente.El daño puede ser entendido de muy diversos modos, el más evidente es la herida,
el dolor. No en vano, el origen del término “vulnerabilidad” es el término
latino “vulnus”, que significa herida, golpe, punzada, y también desgracia o
aflicción. En el mismo campo semántico se encuentra “vulneratio”, herida o
lesión, y también el verbo “vulnero”, herir o lastimar. Pero también,
obviamente, el daño puede ser psíquico o emocional, en cuyo caso abre la vía del
sufrimiento. Y existe también un daño moral, que es el causado por una situación
de maldad, una injusticia, un desprecio, o cualquier otra forma de daño que
afecte a nuestra identidad como personas.
La vulnerabilidad tiene que ver, pues, con la posibilidad de sufrir, con la enfermedad, con el dolor, con la fragilidad, con la limitación, con la finitud y con la muerte. Principal mente con esta última, tanto en sentido literal como metafórico. Es la posibilidad de nuestra extinción, biológica o biográfica, lo que nos amenaza y, por tanto, lo que nos hace frágiles.
La vulnerabilidad tiene que ver, pues, con la posibilidad de sufrir, con la enfermedad, con el dolor, con la fragilidad, con la limitación, con la finitud y con la muerte. Principal mente con esta última, tanto en sentido literal como metafórico. Es la posibilidad de nuestra extinción, biológica o biográfica, lo que nos amenaza y, por tanto, lo que nos hace frágiles.
Infortunadamente para muchos esta vulnerabilidad o fragilidad del ser humano, se volvió la excusa perfecta para escudarse de sus incapacidades o frustraciones. Cuando realmente esta "fragilidad" es la que permite desarrollar al ser humano esas bellas características de cariño, comprension, afecto, amor, caricias y demás.
Por el contrario para muchos el termino fortaleza solo se limita a lo físico.
¿A quién tenemos nosotros por hombre fuerte, hombre valiente? De ordinario esta
palabra evoca al soldado que defiende la patria exponiendo al peligro su
incolumidad y hasta la vida en tiempo de guerra. Pero, a la vez, nos damos
cuenta de que también en tiempo de paz necesitamos fortaleza.
La virtud de la fortaleza requiere siempre una cierta superación de la
debilidad humana y, sobre todo, del miedo. Porque el hombre, por naturaleza,
teme espontáneamente el peligro, los disgustos y sufrimientos. Por eso hay que
buscar hombres valientes no sólo en los campos de batalla, sino también en las
salas de los hospitales o en el lecho del dolor. Hombres tales podían
encontrarse a menudo en los campos de concentración y en los lugares de
deportación. Eran auténticos héroes.
El miedo quita a veces el coraje a los hombres que viven en un clima
de amenaza, opresión o persecución. Así, pues, tienen valentía especial los
hombres que son capaces de traspasar la llamada barrera del miedo, a fin de dar
testimonio de la verdad y la justicia Para llegar a tal fortaleza, el hombre
debe "superar" en cierta manera los propios límites y "superarse" a sí mismo,
corriendo el "riesgo" de encontrarse en situación ignota, el riesgo de ser mal
visto, el riesgo de exponerse a consecuencias desagradables, injurias,
degradaciones, pérdidas materiales y tal vez hasta la prisión o las
persecuciones. Para alcanzar tal fortaleza, el hombre debe estar sostenido por
un gran amor a la verdad y al bien a que se entrega.
Tenemos necesidad de fortaleza para ser hombres. En efecto, hombre
verdaderamente prudente es sólo el que posee la virtud de la fortaleza; del
mismo modo que hombre verdaderamente justo es sólo el que tiene la virtud de la
fortaleza.
Pidamos este don del Espíritu Santo que se llama "don de fortaleza". Cuando
al hombre le faltan las fuerzas para "superarse" a sí mismo, con miras a valores
superiores como la verdad, la justicia, la vocación, la fidelidad conyugal, es
necesario que este "don de lo alto" haga de cada uno de nosotros un hombre
fuerte y que en el momento oportuno nos diga "en lo íntimo": ¡Animo!
Gracias Dios por permitirnos tal fragilidad, pero hacernos a la vez con gran fortaleza a tu lado.
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