lunes, 25 de agosto de 2014

SEGUNDAS OPORTUNIDADES

    "No se puede descender dos veces por el mismo río,
     pues cuando desciendo el río por segunda vez, ni yo ni
     el río somos los mismos."

                                                Heráclito.

El hombre nace solo una vez, pero si sufre una gran adversidad y forja su segunda oportunidad, vive dos veces. Y podrá hacerlo si posee o desarrolla algunas fortalezas y valores. Su actitud y la dimensión de su valentía pueden llevarlo a darle un vuelco a su destino, a derrotar sus infortunios. No resignarse, valorar la vida, tener coraje, tenacidad, disciplina, convicción, fe, lo pueden todo.
En el libro Su segunda oportunidad, el periodista Gustavo Castro Caycedo recoge 20 testimonios de hombres y mujeres valientes que después de ser víctimas de graves accidentes, enfermedades, injusticias y otras desdichas, lograron levantarse y seguir adelante y ahora son grandes ejemplos de vida.
Estas historias demuestran cómo el coraje, la disciplina, la fe o la perseverancia pueden convertir lo imposible en algo posible y darle un vuelco al destino. Y por eso usted, como ellos, puede atreverse a cruzar el límite que separa el éxito del fracaso, el triunfo de la derrota, el amor del desamor, la alegría del dolor, o la vida de la muerte, y derrotar la adversidad.
La disciplina es una cualidad fundamental para triunfar. Lo fue para el exministro Fernando Araújo Perdomo, quien duró 2.222 días secuestrado por las Farc. Durante ese tiempo se fortaleció física y mentalmente, con rigor y persistencia. Se preparó y logró afrontar valientemente el riesgo permanente de morir en medio de enfrentamientos armados, bombardeos y muchas otras situaciones dramáticas. Debió huir con la guerrilla en la selva, por zonas pantanosas e inhóspitas y montes enmarañados. Hasta cuando escapó en medio del bombardeo y el ataque de un comando élite.
La certeza de que sucederá lo que se piensa o siente, es el don de la convicción. Ese sentimiento de que iba a salvarse hizo que el sargento Ricardo Quintero García sobreviviera. En octubre de 1982 volaba en el avión Hércules FAC 1003 que se precipitó al océano Atlántico, en la zona del Triángulo de las Bermudas. Tuvo que enfrentar un mar embravecido, con olas de 10 metros de altura. La nave se hundió y el servicio de Guardacostas de los Estados Unidos dijo: “Desaparecieron las esperanzas de encontrar con vida a cinco de sus ocupantes”. Ricardo se salvó a pesar de que vientos de 30 nudos obstaculizaron el rescate. Ricardo dice: “Pedía a Dios y al espíritu de mi madre que me dieran fuerzas. Yo sabía que iba a sobrevivir”.
El coraje es la decisión valiente de afrontar la adversidad y el peligro. El montañista Nelson Cardona Carvajal sacó del alma el mismo valor con el que, cuando niño, se internó en la selva. Doblegó su tragedia a punta de coraje. Indómito, se impuso el reto de conquistar con una sola pierna las siete mayores cumbres del planeta, pues perdió la derecha luego de rodar 18 metros por un abismo y estrellarse contra una roca. Su cuerpo quedó lacerado, los huesos rotos, el alma destrozada y, claro, inhabilitado para hacer lo que amaba: el alpinismo. Pasó meses en una clínica, tenía cinco fracturas maxilofaciales, una de cráneo, otras dorsales, de pelvis, y brazos, y perdió todos los dientes; entonces intentó suicidarse. Pero reaccionó y decidió que le amputaran la pierna dañada y le colocaran una prótesis. Hoy escala las más inexpugnables alturas de la Tierra.
Cuando el ser humano reacciona y aprecia el inigualable valor de la vida, no le importa el precio que deba pagar para conservarla. Y eso le sucedió a Adriana Eslava Botero, pues seguir viva era muy superior a su tragedia. Según ella, “con un solo ojo también se puede expresar el amor profundo”. La hija del torero Pepe Cáceres fue víctima de un atentado en Bogotá, en 1987, meses después de que él murió. Uno de los disparos que le hizo un sicario, “a quemarropa”, le voló el ojo derecho. Según ella: “Fue un gran milagro porque quedé viva. Fue mi segunda oportunidad”. Y ahora recuerda: “Esa tarde, en la Fundación Santa Fe, el oftalmólogo Gabriel Jiménez me dijo: ‘Perdiste el ojo derecho; vamos a tratar de salvar el izquierdo’. Yo respondí: ‘para lo que hay que ver, con un ojo basta. Lo importante es que estoy viva’”.
La decisión firme de lograr algo sin desfallecer, obra milagros. El médico Gustavo Londoño Gamboa decidió recuperar su independencia. Una noche salía de la clínica y recibió varios disparos que lo dejaron parapléjico. Pero luchó persistentemente para superar las consecuencias de este percance. El suyo es un ejemplo de valor e independencia. Hoy pertenece al grupo más selecto de los cirujanos de estética y reconstrucción. Él dice: “La enseñanza comenzó con el psiquiatra Javier León, quien mejor entendió ese momento. Me dijo: ‘Mire, la cabeza le quedó buena para bien o para mal… para que salga adelante o para que se acabe de hundir”. Persistió y volvió a operar, a pilotar un avión y a querer la vida, gracias a su persistencia y al amor por sus hijas, que siempre lo alentó. “Era esa opción o resignarme a una cama”. Hizo caso omiso de su discapacidad: quería vivir.
Bien dicen que la fe mueve montañas. Cristina Gaitán de Huertas reconstruyó su vida y renació con el amor de Dios y el de su familia luego del espantoso accidente de carretera en el que perdió a Ernesto, su esposo, y a sus hijos Juancho, María Cristina y José Pablo. La salvaron su fortaleza interior y la fe en Dios. Cuando sus hijos Tico y Marce (que sobrevivieron como ella) iban a verla al hospital, semiinconsciente, se preguntaba a sí misma: “¿Por qué vienen solos? ¿Por qué no están con su papá y con sus hermanos?”. Hoy Cristina dice: “Reafirmo mi fe en el Señor porque Él me permitió esta segunda oportunidad: la comunión de almas con mis hijos, sus cónyuges y mis nietos”.
                                   GUSTAVO CASTRO CAYCEDO

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Dios los bendiga