miércoles, 1 de agosto de 2012

PEQUEÑAS COSAS.....

                           "Tenga cuidado con las cosas pequeñas.
                           Su ausencia o presencia pueden cambiarlo
                           todo."

                                                       Han Shan


Lo recordó un joven empresario. Es la frase de un conocido poeta alemán: “Si cada ama de casa barre diariamente el frente de su casa, la ciudad está limpia”.

Lo pequeño es pequeño; pero ser fiel en lo pequeño, es cosa grande. Gracias al orden del átomo pueden existir las galaxias. Por eso la mejor prueba de que alguien quiere, de veras, mejorar el mundo es que ponga en orden su escritorio o su cocina.

Es la pequeña flama del cerillo que enciende cada uno en la oscuridad lo que hace que un estadio tenga luz de mediodía. ¿Qué sería de las montañas sin los granos de arena? El secreto de las operaciones complicadísimas de las gigantescas computadoras que calculan los viajes espaciales son las diminutas placas de silicio que se portan como minúsculos interruptores.

“Mi país tiene el puente mas grande del mundo, la torre mas alta, la carretera mas larga…” “Nosotros”, respondía el interlocutor japonés, “tenemos niños, pinceladas, transistores, flores y arbolitos enanos… todo es pequeño; pero requiere una gran paciencia y hace crecer el espíritu, y se despidió con una breve sonrisa y una leve caravana.

O. Henry contaba el poder de una hoja de árbol. Aquel invierno, el pintor murió de pulmonía por pintarla, a la intemperie, en la ventana de la muchacha enferma. Ella aseguraba que al caer la ultima hoja del árbol moriría… pero la hoja nunca cayó.

Son los granos de arena los que hacen el amplio arco de las ensenadas, la inmensidad de los desiertos y las enhiestas escarpaduras de las montañas… son una gran obra maestra del Creador y del hombre, su criatura.

Tendemos a no valorar las pequeñas cosas cotidianas que se nos presentan, y sólo les damos importancia cuando sentimos su ausencia. Quizás por cotidiano, jamás celebramos la salida del sol. Solo lo añoramos cuando, en nuestras vacaciones en la playa, no se hace presente por varios días.
Maldecimos la lluvia porque nos obliga al tedioso trabajo de cargar con el paraguas y desluce nuestros zapatos. Sólo le damos importancia cuando la sequía nos consume, o cuando, por unas pocas horas, falta el agua en nuestras canillas.
Esperando quizás el “gran espectáculo” nos perdemos de vivir los pequeños espectáculos que la naturaleza nos presenta día a día. Hay quienes piensan que cuanto más se sabe de fenómenos que ocurren a diario, menos se disfruta de ellos. Que el sabio disfruta menos que el neófito de los sucesos naturales. Pero no todo es así; todo lo contrario. Cuanto más se sabe, más sorprendente parece.
Cuanto más se sabe, más milagroso parece. Si no aprendemos a disfrutar de las pequeñas cosas cotidianas de la vida, que es lo que conocemos… ¿Podremos ser capaces de disfrutar plenamente cuando se nos presente algo diferente?…
Gocemos a diario de los “pequeños milagros” que, día a día, se abren a nuestro paso. Después de todo… ¿No será que el gran milagro es la conjunción de todos esos más pequeños?. A lo mejor el gran milagro consiste en encontrar la felicidad en las pequeñas cosas de todos los días de nuestra vida.
…Y así en la búsqueda de nuevas oportunidades, llenos de insatisfacción muchas veces no nos damos cuenta del verdadero valor de las personas y de las cosas que pasaron por nuestro camino. Lo lamentable es que por no darnos cuenta a tiempo luego cuando las perdemos queremos volver atrás y ya es tarde muy tarde… La vida nos da todo lo necesario para que seamos felices, sólo que nos damos cuenta cuando ya no lo somos.
Es hora de darnos cuenta y de aprender a valorar en el presente todo lo que tenemos. De nada sirve llorar por lo que dejamos ir, por lo que no hicimos, por lo que no le dimos importancia: ya no está. La vida no puede rebobinarse, ni modificarse. Las escenas quedan grabadas y no hay forma de eliminar los trozos de la cinta que no nos gustan, ni podemos regrabarla, ni siquiera podemos detenerla en los buenos momentos, solo está en nosotros la posibilidad de continuar filmando y que a partir de hoy cada escena sea única e irrepetible y por encima de todo sea tan valiosa que no nos haga arrepentirnos nunca y ni siquiera sentir culpas por alguna escena del filme.
Es la película de tu vida, es tu historia y vos sos el protagonista, no la titules “Lo que el viento se llevó”, ni “Pide al tiempo que vuelva” sería lindo que tu película se llame “La historia sin fin”.

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Dios los bendiga