"El optimismo es la fe que conduce al logro;
nada puede realizarse sin esperanza."
El optimismo se define como “la tendencia de ver en las cosas el aspecto más positivo y favorable”. El optimismo es todo lo contrario a pesimismo. El pesimismo se define como el “ver todas las cosas de manera negativa”. Si presentamos el mismo cuadro delante de una persona optimista y de una pesimista, ambas verán las cosas de diferente manera. Pongamos el ejemplo de un vaso de agua cuyo volumen es el 50% de su capacidad total. Frente a ese escenario ambos tendrán las siguientes ópticas:
nada puede realizarse sin esperanza."
Helen Keller.
El optimismo se define como “la tendencia de ver en las cosas el aspecto más positivo y favorable”. El optimismo es todo lo contrario a pesimismo. El pesimismo se define como el “ver todas las cosas de manera negativa”. Si presentamos el mismo cuadro delante de una persona optimista y de una pesimista, ambas verán las cosas de diferente manera. Pongamos el ejemplo de un vaso de agua cuyo volumen es el 50% de su capacidad total. Frente a ese escenario ambos tendrán las siguientes ópticas:
El pesimista dirá:
“el vaso está medio vacío”.
El optimista dirá:
“el vaso está medio lleno”.
En ambos ejemplos, cada uno va hacia
una dirección contraria. El optimismo le sirve de ayuda al hombre para que pueda
proseguir hacia sus metas, en cambio, el pesimismo le sirve de excusa,
engrandece el desánimo y le impide realizar sus proyectos.
En la Biblia vemos constantes ejemplos
de optimismo desde el momento que Dios le hizo el primer llamado a sus siervos
para salir del pecado e ir en pos de la tierra prometida. Claramente es un
llamado optimista y que requería fe y esfuerzo confiando en la dirección de Dios
a través de toda la historia. Siendo que Dios es todopoderoso no existe en él el
cansancio ni obstáculo que detenga su obra. Es por esto que el llamado de Dios
es que el hombre deposite su fe en él, ya que él todo lo puede.
Dios no posee limitaciones, sin
embargo, los hombres como criaturas están limitados en diversas maneras. El
hombre se cansa, se enferma, se entristece y tiende a desmayar. Frente a lo
limitado del hombre, Dios le ofrece su ayuda, su providencia y su favor para
ayudar al hombre llegar al otro lado de cada meta.
El optimismo bíblico consiste en que el hombre comprenda la
realidad que no está solo. Que frente a sus problemas, existe un Dios grande que
conoce todo y que brinda ayuda verdadera. Se nos exhorta en la Palabra de
Dios:
“diga el débil:
Fuerte soy” (Joel 3:10)
Parafraseando ese texto nos
diría:
¿Por qué miras lo negativo en la
adversidad? En medio de tu adversidad, ve la providencia del Dios que todo lo
puede frente a tus circunstancias. Si Dios todo lo puede, entonces, ¿dónde está
tu problema? Esa es la enseñanza que Dios nos quiere dar cuando nos dice:
“diga el débil: Fuerte
soy”
Esa enseñanza de optimismo y fe que
Dios nos quiere dar es muy diferente a la falacia que propone la Nueva Era con
la llamada “confesión positiva” que ha penetrado las iglesias. Una falacia no es
otra cosa que argumentos que parecen lógicos pero que en su conclusión conducen
a una mentira o a engaño. Son palabras adornadas las cuales con sutileza tuercen
la verdad.
La Nueva Era y su “confesión positiva”
usarán la frase: “diga el débil: fuerte soy…” para proponer que el resultado sobre
las cosas se debe al poder liberado por las palabras o la mente humana. Es
decir, la Nueva Era eleva las palabras al lugar que le corresponde al poder de
Dios. De esta manera, procurará cambiar el ambiente y todo alrededor por medio
del ordenarle y declarar a su ambiente el cambio. Es decir, propone la
“confesión positiva” que el efecto de pronunciar palabras contrarias a lo que se
ve, es la fuente del cambio. No, la denominada “confesión positiva” no trata de
confiar en que Dios todo lo puede y que es Dios el que hace el cambio cuando
creemos que él hará la obra. De lo que se trata es de sugestión y glorificación
de la palabra humana como un medio para obtener cualquier cosa por medio del
confiésalo y recíbelo.
En la Biblia tenemos claro que Dios se
nos presenta como el omnipotente, el omnisciente y el omnipresente. En otras
palabras, nada hay imposible para Dios. Es Dios y no el hombre quien
llama a las cosas que no son, como si fuesen (Rom. 14:17)
De la misma manera, ese Dios le
extiende la mano al hombre que pone su fe y su mirada en él. Esa es la fe
bíblica, que el Dios todopoderoso hace alianza con el hombre que guarda sus
mandamientos. Es decir, la persona de Dios está dispuesta a responder a la
oración y al clamor de los justos que tienen fe en Él.
Nunca en la Biblia Dios tuvo el
objetivo de glorificar o exaltar las palabras por las palabras en si mismas.
Allí es donde entra la falacia de la Nueva Era. La Nueva Era toma el optimismo
bíblico y lo conduce a ser un esclavo donde le hace creer al hombre que por el
mero hecho de confesar lo contrario a lo que ve (enfatizando en la confesión y
en la palabra hablada) será el poder de esa palabra hablada la que hará el
cambio.
En la Biblia, de la fe que se nos habla
es de aquella que tiene la “certeza de lo que se espera y la convicción de lo
que no se ve”, sin embargo, el efecto del milagro y del cambio no es la
glorificación de la fe sobre si misma, sino de la fe depositada en Dios. Nunca
en la Biblia Dios glorifica la fe en si misma. La glorificación de la fe en si
misma se da en las religiones orientales y paganas. Ellos endiosan los
pensamientos del hombre de tal forma que piensan que son omnipotentes con el
mero hecho de control mental.
Esto es contrario a la Biblia. La
Biblia, aunque habla de la fe, tiene una persona sobre la cual depositarla y es
Dios.
En diversas partes de la Biblia se deja
claro que el hombre es inútil sin la realidad del poder de Dios en su vida. Dios
reprende a aquellos que piensan que son fuertes por su propia fuerza. El simple
hecho de que el hombre tenga la intención de pensar que por el mero “confesar y
declarar” realiza algún cambio sobre sus circunstancias, en realidad se está
desligando de Cristo para ir en otra dirección. Ni siquiera es
válido el hecho de citar pasajes de la Biblia con propósitos errados tal y como
lo hizo Lucifer contra el Cristo en el monte de la tentación (Mateo 4).
Parafraseando las palabras de Lucifer de “escrito está”, lo que realmente
Lucifer estaba diciendo era: “tu palabra lo dice, yo lo declaro que así es…”,
pero esa misma palabra que el diablo le declaraba a Cristo era refutada con la
perfección de la santidad y propósito de Dios. Es de esperarse que de la misma
manera que Lucifer utilizó la frase: “escrito está” para tratar de estorbar o
destruir a Cristo, de la misma manera, usará toda clase de argumentos bíblicos
que parezcan lógicos para tratar de desviar a los creyentes del propósito de
Dios.
En la fe bíblica:
El hombre procurará humillarse delante
de Dios para clamar y rogar esperando que el Dios todopoderoso le brinde la
respuesta y ayuda deseada reconociendo que Dios todo lo puede y que puede entrar
en el tiempo y espacio del hombre para socorrerlo. Dice la fe bíblica:
“Sáname y seré sano” (Jeremías
17:14)
“Jesús, ten misericordia de mí, sáname”
(Salmo 6:2)
En la fe distorsionada de la Nueva
Era:
El hombre se sentirá todopoderoso para
decretar y ordenarle a las cosas esperando el resultado inmediato por el mero
hecho de pronunciar palabras que sean diferentes al ambiente adverso.
“estoy sano”
“soy próspero”
“decreto esto o aquello”
Debemos notar que en ambos ejemplos se
obtendrá un resultado de sanidad. Tanto los cristianos que tienen fe en Dios,
como aquellos paganos que tienen fe en el poder de las palabras obtendrán un
milagro de sanidad. El propio Paul Yongui Cho, el pastor coreano que se ha
encargado de introducir los métodos orientales de sanidad con una fachada
cristiana reconoce que los monjes budistas (sokakkakai) así como
otras religiones y sectas obtienen sus milagros usando la fe en el poder de las
palabras y de la autosugestión mental. El asunto aquí no es si se obtiene o no
un milagro, el asunto aquí es, de donde procede. Ya que tanto los paganos, así
como los cristianos obtienen un milagro, ¿Cuál es la diferencia?
La diferencia entre el pagano y el
cristiano consiste en que el pagano al ser rebelde se considera auto dependiente
y autosuficiente, en cambio, el creyente se considera dependiente de Dios para
todos sus asuntos. Es por esto que Job, Pablo ni Timoteo (I Timoteo 5:23) usan
ninguna clase de autosugestión para auto sanarse de sus enfermedades sino que
elevan a Dios sus clamores y ruegos esperando que sea Dios quien brinde la
respuesta.
El propio Paul Yongui Cho admite en su
libro “La Cuarta Dimensión” que los monjes budistas
(sokakkakai) obtienen su milagro, pero su milagro es
producto del poder de los demonios. Entonces, ¿de qué le sirve el
alegado milagro?
Paul Yongui Cho afirma que los
creyentes pueden usar los mismos medios de autosugestión y visualización para
obtener milagros cualquiera, pero que sus milagros serán el producto de Dios y
no de los demonios.
Preguntémonos, ¿desde cuando nuestros
milagros son el producto de un método?
La Biblia en ninguna parte apoya la
idea que los milagros que esperamos sean el producto de un método de
autosugestión sino solamente de Dios. Paul Yongui Cho hace mil malabares para
pretender justificar bíblicamente las mismas técnicas budistas aplicadas con
ideas cristianas. Sin embargo, de la misma manera que yerran los (sokakkakai),
de la misma manera yerra Paul Yongui Cho al afirmar que el milagro es el
producto o el resultado de un método de autosugestión y no exclusivamente Dios.
Paul Yongui Cho eleva los pensamientos al lugar de la omnipotencia de Dios, de
la misma manera que los “sokakkakai” lo hacen a los demonios. Entonces, ¿qué
tenemos ahora? Tenemos una secta que dice ser cristiana, que cita la Biblia, que
hace milagros y que tergiversa la fe bíblica hacia el poder de la mente
humana.
¿Desde cuándo Dios se hace esclavo de
un método humano?
Dios no obedece métodos de
visualización para brindarle las cosas a los hombres. Dios busca gente que se
humille de corazón y lo busque de veraz. Los que procuran obtener toda clase de
cosas usando métodos orientales con fachadas cristianas, en realidad reciben sus
"milagros" del mismo lugar de donde lo obtienen los "sokakkakai".
Nada que se desliga de la total
dependencia de Dios, puede ser de su agrado. Es por esto que Dios nos advierte
que mucha gente al final afirmará haber hecho milagros en el nombre de Cristo y
Cristo mismo les dirá nunca haberlos conocido.
El deseo de Dios es que usted esté
sano, próspero y caminando hacia adelante, pero a la vez reconociendo que todo
se lo debe a él y no a ninguna clase de ídolo, ni siquiera el endiosamiento de
la mente humana.
El optimismo bíblico le hace la
invitación al hombre a que camine hacia adelante confiando en el Dios
todopoderoso el cual está accesible a usted por medio de su oración, ruego y
clamor y donde Dios tiene buena voluntad a su favor.
En cambio, la denominada “confesión
positiva” (Nueva Era) procurará que el lugar de Dios sea usurpado por cualquier
otra cosa, incluyendo el poder de la mente elevada al lugar de un ídolo.
En este tiempo diversidad de
congregaciones cristianas han estado bombardeadas por corrientes paganas con
fachadas cristianas que confunden al creyente y lo envuelven en medias verdades.
Dios no desea que usted ande en medias verdades sino en simplemente la
verdad.
El Dios de la
Biblia se llama YHVH (Yo Soy), pero no se llama “fe”
En Hebreos 11 se nos dice de los logros
obtenidos por el pueblo de Dios en diferentes edades por medio de la fe. La fe
es un medio, una herramienta y un vehículo para tocar a Dios. Sin embargo, la fe
no es nuestro objeto de culto sino Dios. Cuando usted exalta la fe en lugar de
Dios va por el camino equivocado, y de eso es lo que trata la confesión positiva
del “declara y recíbelo” de la Nueva Era. Si usted analiza el método de la
confesión positiva se dará cuenta que no existe arbitro ni
regulación alguna en los motivos que usan para “declarar y recibir”. Cuanta cosa
se le antoje al hombre, ellos creen poderla obtener por medio de la palabra
hablada. Sin embargo, en lo que corresponde a los creyentes en Cristo, es Dios
quien regula, da o se abstiene de dar la respuesta frente al clamor del
hombre.
¿Cuán dispuesto está Dios a ayudar e intervenir a
favor del hombre?
Otra vez os digo, que si dos de
vosotros se pusieren de
acuerdo en la tierra acerca de cualquiera cosa que
pidieren, les será hecho por mi Padre que está en los cielos.
(Mateo 18:19)
Dios nos dice que si el hombre pide, recibirá
respuesta.
¿Qué clase de pedido?
Primero el hombre humillado reconoce que Dios es
mayor y sobre todas las cosas. De manera humilde y reverente eleva súplicas,
ruegos y clamor haciendo conocer a Dios su petición. Dios se mueve y hace el
milagro.
Esto es muy diferente a lo que hace la Nueva Era
de pretender conseguirlo todo autosugestionándose que tiene las cosas. Y
declarando o decretando cuadros mentales o auditivos de lo que espera ver.
Comencemos este año con la fe puesta
totalmente en Dios y en su poder y no en ninguna otra cosa, ya que todo lo demás
es volátil e inseguro. Tenemos un Dios todopoderoso que está
dispuesto a darnos todas las cosas conforme a su voluntad. Todo aquello
que nos sea de beneficio y de provecho y se abstendrá de darnos aquello que nos
pueda ser perjudicial y que por alguna razón no comprendamos ni entendamos
debido a nuestro conocimiento limitado sobre las cosas. Se nos dice:
“Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en
nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el
Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles”. (Rom. 8:26)
Frente a toda necesidad del hombre, Dios estará
cerca de todo aquel que use el vehículo de la fe para poner su mirada en Él y en
la respuesta que nos dará.
“Una vez habló Dios; Dos veces he oído esto: Que
de Dios es el poder, y tuya, oh Señor, es la misericordia…” (Salmo
62:11)
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Dios los bendiga